La forma de su planta ha dado pie a diferentes inerpretaciones simbólicas, siendo la más aceptada la que tiene forma de parrilla, pues San Lorenzo fue martirizado en una parrilla en Roma.
Construida en un poblado de pocos habitantes, siendo una obra arquitectónica de grandes dimensiones (208 por 162 metros), con nada menos que nueve torres, dieciséis patios y ochenta y ocho fuentes, innumerables ventanas y puertas (por dar un ejemplo), rodeada de abundante naturaleza, se eleva como evidencia de lo que representaba para la época el poder absoluto del monarca.
En su interior cuenta con diversos salones, entre los que se encuentran el Salón de la Batalla, que se elaboró con la finalidad de promover la fe en la Iglesia Católica y el rechazo a los turcos y protestantes.
El Patio de los Reyes, con seis grandes estatuas de los reyes de Judea decorando su fachada.
La Basílica, se encuentra en el interior del edificio enmarcada en dos torres.
La Sacristía, que cuenta con una sala alargada y catorce ventanas para la buena iluminación, el Mausoleo Real, el Mausoleo del Príncipe y la biblioteca, la cual, además de albergar volúmenes bibliográficos de gran importancia, sus frescos tienen marcada influencia renacentista de la Capilla Sixtina, realizados por Pellegrino Tibaldi e Incola Granello.
En cuanto a su exterior, persigue una rigurosa geometría, haciendo uso de formas piramidales y esferas.
A pesar de que El Escorial surge en la época del barroco, su segundo arquitecto se encargó de plasmar en él una austeridad clásica, reflejo de la vinculación de la nobleza con la corte, aunada a las ideas de la contrarreforma, convirtiéndose en el cánon estético español a seguir por más de dos siglos.
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